lunes, 10 de septiembre de 2012

Algo


Cuando empecé el blog, tenía la remota esperanza de perseverar, algo en lo que no soy muy buena, como lo demuestra lo errático de las entradas. 
No obstante, y a diferencia de otras veces, sigo aquí. Esta vez más dispuesta a lo posible, aunque el ideal chille y se retuerza cual vampiro ante la estaca. Es que mi deseo suele ir en pos de un ideal tirano, que la mayor parte de las veces lo obliga a quedarse quieto, contra su naturaleza. En vista de que no hay nada peor que frenar las ganas de hacer algo con lo que uno siente, decidí volver para dejar ese "algo", aunque después muera de ganas de borrarlo, cuando la "racionalidad" (más irracional que nunca) empiece a ver todas las faltas habidas y por haber.
A fin de cuentas, estamos hechos de palabras y deseo; palabras que tienen sustento más en lo que dejan fuera que en lo que nombran y son preciosas en tanto y en cuanto dibujan eso que queremos, que buscamos, pero que nunca terminamos de encontrar. 
La vida es búsqueda, y somos afortunados si podemos disfrutar de ella,  más que pretender encontrar eso que anhelamos y en el fondo, desconocemos. Porque siempre es otra cosa...
Gracias a mis amigos por la tarde de hoy, de libros; café y charla. En el frío habitaba el deseo, equívoco e inmortal: poderoso, al fin de cuentas. Gracias por rescatarme inadvertidamente. Lo que les dejo hoy tiene que ver con ese gran enigma que nos ocupa a todos de una u otra forma: el amor y sus sutiles formas de atraparnos; atravesarnos; escribirnos y descubrirnos.
Creo que fue Neruda quien dijo "es tan corto el amor y tan largo el olvido": mi pregunta favorita por estos días es si amor y olvido son opuestos; y si es posible olvidar cuando se ama. (Pregunta prestada, pero no por eso menos válida...)

"Arbol Ancestral", témpera y grafito sobre papel. Narcisa Sinfuentes, 2009.

Es inevitable el amor,
 e imposible el juego.
Por más que quiera
Se me acabaron las cartas
Hace tiempo.
Nunca entré a jugar,
Ni esperé encontrarte.
Tu ausencia es la que te nombra
Y  todo
Queda cabeza abajo
Cuando te pienso un poco.
Lo inevitable de amar
Está
y es como
lo que alumbra tu nombre.
Resta tan solo
Aguardar.
Quizá ,ocultarnos;
Ampararnos, esperando
Que se acabe la tormenta.
Pero la tempestad
Que ruge fuera,
Es sólo un pálido reflejo
De la hecatombe terminal
Que nos contempla
Desde aquel lugar
Hoy ya tan otro,
Que no nos deja
Ni nombrar
Yo, tu, nosotros.