Vuelven los viejos amores,
y la eterna espera se deshace,
atravesando la ciudad que habito
y que me vive.
Amanece el sueño,
demorado en mis pestañas;
prófugo está el goce
en alguna diagonal,
perdido.
La mano inquieta
halló respuesta en el pincel
y traza el corazón
su danza-laberinto,
mientras vuela la memoria,
tejedora incesante
de relatos perdidos.
©Narcisa Sinfuentes 2015