miércoles, 10 de octubre de 2012

Ayer se cumplieron doce años del día en que nací de nuevo, por decirlo de alguna manera. "De alguna manera", porque todo lo que fue, se escurre un poco, por más palabras que agregue a la frase. 
Solo quiero que sepan que no me olvido de todas las manos y las voces, que me acompañaron y me ayudaron a volver, desde aquel caos oscuro, frío y repleto de dolor,  e hicieron posible que siguiera en la ruta.
Hoy, soy la misma, y no. Porque aprendí a ver cosas que antes pasaban desapercibidas; a valorar lo simple y a no confundirlo con lo "fácil";  a comprometerme en cuerpo y alma con cada cosa anhelada aunque eso suponga abandonar las ficciones de la seguridad. Y a apostar por lo que una quiere, eso que te mueve y te lleva a lugares en los que jamás pensaste que estarías, y te presenta nuevos amigos, nuevas experiencias y nuevos amores. 
Pienso que, cuando uno se encuentra cara a cara con su muerte, las idioteces (que hasta entonces eran tan importantes), dejan de importar y la "desprolijidad" de la vida se vuelve posibilidad. El resto, es trabajo. Saberse sólo, pero no aislado; saberse limitado, pero no inmóvil. Saberse desconocido de uno mismo, también. Y que todo eso vaya con vos, porque las marcas quedan, como recordatorio de dónde estuviste. Pero ni ellas ni nadie, pueden decirte a dónde vas. Eso es algo a construir. Y para construir es preciso estar vivo y animarse. Animarse a descubrir lo que te gustaría ser, en vez de estar siempre cumpliendo con lo que crees que esperan de vos. Por lo menos, averigua que esperan. 
Porque esperan, seguro. Probablemente, verte volver y sonreír, y ser capaz de afrontar este mundo difícil y hermoso y no las sandeces que a veces se le cruzan a uno por la cabeza. O capaz que si, pero esa es otra historia.
Gracias, por haber estado y seguir estando, más allá del tiempo y del espacio. Gracias por prestarme alas siempre, y también, por acompañarme aún en el vuelo más solitario.
En el fondo, estamos solos, pero antes del fondo siempre hay alguien con quien contar.

viernes, 5 de octubre de 2012

Caminando junto a otros, surgieron preguntas respecto de las huellas. He aquí una posible respuesta.



"Nada más efímero
que la huella marcada
en el polvo volátil del camino;
Nada más eterno
que su sombra,
grabada a fuego 
en la memoria oculta de los hombres.
Esa, que resiste y pulsa; 
volviéndose mar, obra y carcajada.
Esa, que nos habita sin decirlo

y se revela fugaz
en las palabras."