martes, 5 de febrero de 2013

Otra vuelta de cinta...pack


“El antiguo estupor de la elegía
 Me abruma cuando pienso en esa casa
Y no comprendo como el tiempo pasa,
Yo, que soy tiempo y sangre y agonía”
Jorge Luis Borges.



Nota: este derrape recupera partes de "Volver a mí". Cuando algo doloroso se dice, la angustia que lo acompaña se escurre por las grietas de la palabra. Y se diluye un poco la pena. Algunas cosas precisamos decirlas varias veces, de diferentes maneras, hasta dar con la fórmula que desbarate el nudo que suele ajustarnos la garganta.


No me va a alcanzar la vida para hacer todo lo que quiero.— Laputaqueteparió. Ponele.
 Por ejemplo, escribir de  una manera interesante/atrapante/que te mate de risa/que te cague de miedo/que te deje con la intriga y un largo etcétera. Es más, no me va a alcanzar la vida para poder escribir sin que alguien rompa los huevos, (o los “huevarios”, como decimos con la Gringa), de manera regular.

Si fuera por mi, quemaría todo lo que escribo.

El problema radica en que me tendría que quemar el cerebro, porque todo está escrito y guardado  ahí: tengo una memoria bastante buena para los acontecimientos biográficos; relatos oídos  e historias que empiezo a armar… Y esa memoria,  a veces burbujea cual caldero en Halloween.

NI hablar de cuando hace calor; viajo; abro alguna de las cajas que traje a principios del año pasado; o  veo fotos viejas. Todo eso me hace explotar, y siento que necesito cuatro manos (mínimo) para poder escribir lo que se me ocurre.

La escritura es mi forma de exorcismo personal y una manera de preservar cosas, de escamotearle algo al tiempo; respecto del cual, mi única certeza es la de que nos acerca cada segundo un poquito más a la muerte. Y cuando te moriste, chau. Fue. Porque no hay otra.
 Y cuando se muere alguien que querías, desaparece una parte de tu mundo, y el mundo de él o ella por completo. Odio ver como las cosas sobreviven a sus dueños, aunque admito que a veces me consuela conservar alguna gilada de mi viejo; mi abuela, mi tía. Otras, me desmoraliza.

De momento, fue el viajecito a mi antiguo hogar lo que me dejó con la sensación de haber recibido una patada en la naríz: mareada; desorientada, y con un dolor físico,  que no parece muy dispuesto a irse.

Whatever, resolví lo que tenía que resolver, y cumplí con el ritual de visitar el cementerio, so pena de que mi vieja me repudiara como hija (Cosa que creo que se plantea desde que nací: la pobre no entiende de dónde salí tan rara.) Y también porque sentía la necesidad de hacerlo.

Fui con los “huevarios” de moño, (normalmente me gustan los cementerios, pero era la primera vez que iba sola a la tumba de mi viejo); cosas para limpiar, flores y velas, no sea cosa que se me olvide algún paso del ritual materno y caigan sobre mí cien años de maldiciones…
 Y cumplida esta parte, me senté a fumar, como solíamos hacer con Papá cuando ya se había convencido de que yo no iba a dejar el vicio, y él tampoco.
Es curioso como los padres vuelven en los gestos: de golpe me di cuenta de que sostenía el pucho igual que él, e incluso fumaba medio de costado… De más está decir que me lloré la vida, cosa que me vino bastante bien, y pude dejarle  algo que había encontrado hace un tiempo.

Como  tengo que seguir remándola, en dulce de leche y con alfileres, más vale que le vaya encontrando el gustito…

El tiempo marca hitos a través de las mudanzas. Eso, y los ciclos que marcan las muertes, con su consiguiente desaparición de mundos, basta  para que me ponga a pensar en la conflictiva relación que tengo con las cosas. Y que sienta unas ganas tenaces de huir cada vez que pienso en abrir una caja… ¿Qué historias habrá?... ¿Podré?... ¿Por qué dejé de fumar?...
De momento, me espera el cuadro con las mariposas: la pintura, ese otro exorcismo. Arboles míticos y mariposas: mariposas azules.
Para la memoria.  


"El árbol de la Memoria" (mixta s/ lienzo) Viviana Werenczuk, 2013.


Puente bajo el mar
Me rondan
Tu nombre
Y la imposibilidad
 de tocarte,
como tantas veces.
Viento que roza otras aguas:
Te quiero cerca.
Ni siquiera
Nos unen  ya
las palabras:
las mías, van a morir
en tu silencio,
insondable
y extraño
como un puente bajo el mar.

viernes, 1 de febrero de 2013

Cuarto de Libra


Por  vos, le vendería mi alma al Diablo— dijo él, mirándola fijo a los ojos. Ella sonrió.
—No podrías…aunque quisieras.—le contestó, acomodándose un mechón de cabello coquetamente—Hace tiempo que yo le vendí la mía… Por vos.



Antes, los pactos con el Diablo eran algo realmente serio: una libra de carne, de la zona más próxima al corazón. Hoy, probablemente se resuelvan con una hamburguesa de Mc Donald's.