viernes, 6 de julio de 2012

Córdoba, ciudad de mis amores.


"La Murga Trasnochada", Héctor Romanzini, 2000. (Acrílico y óleo s/ tela.)

Creo que es posible enamorarse de cualquier cosa. De una ciudad, por ejemplo.
Recuerdo esa primera entrada a la ciudad, con mi viejo manejando bajo una llovizna de verano por una  avenida Colón llena de gente, puteando por el tránsito, y mirándome de reojo a ver si me asustaba  y decidía volver a casa sin inscribirme en la facu. Si hubiera podido leer mi mente, o escuchar mi corazón entonces, habría oído esa frase que determinó en gran parte mi vida hasta hoy: “Acá quiero echar raíces”. Si señores, la “gringuita de pueblo acostumbrada a que todo estuviera a tres cuadras y no tuviera más de dos plantas”,  ya estaba enamorada de este laberinto de historias; tonadas y experiencias de vida; arte; amor y muerte.
Agradezco cada día que amanezco en Córdoba, los amigos que encontré y las cosas que descubro a cada paso. Y es que esta ciudad se presta al descubrimiento para el ojo atento.  “Como todas”, me dirán.
Al margen, adoro sumergirme en el caos y el bullicio de sus calles, repletas de personajes y frases memorables, que te toman desprevenida y te arrancan la carcajada a pesar tuyo. Es que sólo en Córdoba hay un apodo certero cada cinco minutos; el tunga tunga inevitable del cuarteto;  viajes en bondi dignos de una película de Alex de la Iglesia, y al mismo tiempo,  otra ciudad, una ciudad fantasma que se alza justo encima de la que vemos, plagada de historias que desconocemos y nos esperan ahí, ansiosas de ser descubiertas.
Transitar sus calles es una invitación a la paradoja:  a descubrir  universos completamente diferentes coexistiendo y atravesándose mutuamente a cada latido. Universidad; ciencia; arte; idiomas de todos los puntos del planeta, mezclados con el fernet; los alfajores y el cuarteto. Todos dignos de ser explorados, con los ojos bien abiertos y el oído libre de prejuicios…si es posible.
“Camino con cuidado porque no sé los huesos de que antepasado estaré pisando”, decía Arturo Romanzini. Frase que me lleva a pensar en cuánto desconozco este lugar, y a imaginar historias de personajes célebres; pasadizos ocultos, amores y traiciones. Historias que, iré descubriendo mientras recorro las calles de esta ciudad que elegí, y que de alguna manera, me eligió también. 

2 comentarios:

  1. genia! y a seguir escribiendo, que cuanto más se escribe más fluido plasmamos nuestro sentir

    ResponderEliminar