jueves, 27 de diciembre de 2012

"¿Que sucede?"



Sucede que ya amaneció. Que mi chico me trajo el desayuno, y nos reímos, despeinados y con cara de sueño, mientras la manada felina-canina merodea por ahí, haciendo sus gracias a ver si liga una tostada.

Ahora, con el mate a mano, me preparo para el día T: con "T" de Traumatólogo, mitad cagada en las patas, mitad esperanzada.


Lo primero, porque soy una especie de Woody Allen: “Yo no soy un hipocondríaco, sino un alarmista. Y ésta es una fobia completamente distinta. De hecho, un alarmista es alguien que como yo, si una mañana me levanto con una llaga en los labios o dolor de uñas, pienso inmediatamente en un cáncer. Siempre voy directamente a lo peor. Naturalmente, inicio una serie de chequeos y análisis que acaban con una receta para una pomada”.

Bue, yo soy más o menos así. Menos que más, porque esta vez me hice la boluda, y vengo (como buena boluda), reptando hace una semana con un dolor pertinaz de lumbares, tratado a base de diclofenac y otras yerbas."Con el inyectable se te pasa", dijo el primer médico que me vió. Minga. Mejoré después de unas cuantas pepas, pero el sábado ya estaba en llanta de nuevo.

Pichicata again, me fui a ver a LA Reina. "Irresponsable", clama la vocecita dentro de mi cabeza, (esa que suele hablar con un tono sospechosamente parecido al de mi madre). Ponele, pero no me lo perdía por una contractura de mier...Así que me clavé la faja, y fui.

Y constaté que eramos una legión de brazos en cabestrillo; patas con férula y muletas, todos felices y esperando lo que hizo falta. Volví mejor: capaz Madonna tiene superpoderes, o a lo mejor eran las endorfinas. Haría falta una encuesta.

Pero algo habré hecho, porque el dolor volvió, en versión mutante: sube, baja, va a una gamba; a la otra; a la nuca y a donde se le cante.

Nuevo médico, en digna actitud de censura:"Que te vea alguien de traumatología, y que te haga como mínimo una placa".Mi cara de "Okey", en absoluto silencio. Carrera telefónica para conseguir traumatólogo antes de julio del año que viene. Lo logré.

Y de ahí la esperanza: de que esta tarde me vean y me digan qué carajo le pasa a mi cuerpo, a ver si repuntamos de una vez, y puedo dejar de estar tirada a lo Clarita (la amiga de Heidi), mientras se me van las vacaciones y el caos aumenta. Las otras posibilidades (las de las historias de terror), de momento quedan en suspenso.

Eso sí: empiezo a entender, (gracias a los muchos amigos que me prestaron oreja, chat y puteadas en estos días), que cuando uno no para; no habla, el cuerpo grita. A ver si esta vez me sale, y la corto de una vez por todas.

Lo que me queda de interesante, es lo creativa que se pone uno cuando tiene la movilidad limitada y una pila de cosas por delante: se te ocurren mil maneras distintas de hacer las cosas de todos los días, y empezás a hacer otras largamente postrgadas. Abrir cajas, por ejemplo. Y ponerte a pensar qué carajo vas a hacer con lo que encontrás adentro. Pero esa es otra historia.

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